¡Bueno, voy en camino de terminar esta novela a la que he querido darle un toque diferente!
Y como me apetecía, dejo la preview del primer capítulo aquí Image may be NSFW.
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Sinopsis provisional:La vida de Alexa era normal, hasta que su hermano gemelo recibe una carta para entrar a un exclusivo y privado internado. Sin embargo, él no está dispuesto a ceder su libertad, por lo que aprovechando la ausencia de sus padres, obliga a Alexa a hacerse pasar por él. Así, Alexa, ahora siendo Axel, llega a Clover, un extraño lugar del que no podrá salir. Allí, todos los alumnos pueden parecer humanos, pero no lo son, y ella acaba descubriéndolo de la peor forma… Además, a eso se le debe sumar el tener que compartir habitación con el presidente del consejo estudiantil y al hecho de que este, se convierta en un extraño ser cuando la toca. Estará rodeada por los chicos del consejo, y comenzará a provocar una revolución de sentimientos al tiempo que unos monstruosos seres empiezan a atacar, unos seres que parecen tener un especial interés en ella. El mundo de Alexa empieza a desmoronarse entre sentimientos negativos, muerte y sangre. ¿Quién… Qué es ella realmente? Su vida hasta ahora no es más que una mentira y, la verdad no es en absoluto agradable. El futuro de dos mundos está ahora en sus manos, y las decisiones que tome podrían causar la destrucción de toda vida existente…
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Capítulo 1 El infierno existe
Las noches de tormenta suelen oscurecer los sentimientos de las personas, pero en una pequeña casa, aquel día en el que los rugidos de los truenos cortaban la noche iluminando las oscuras calles, una familia celebraba un acontecimiento, alegre para unos, y demasiado inesperado para otros.
—¡No es justo! —se escuchó gritar a pleno pulmón— ¿Por qué Axel? ¿Cuándo se supone que hizo el examen?
—Eso mismo me gustaría saber a mí —respondió él mientras su padre le frotaba la cabeza con efusividad—, porque no recuerdo haber hecho ninguno.
—Deberías alegrarte por tu hermano Alexa, es maravilloso que pueda entrar en una escuela tan prestigiosa como esa.
—¿De qué hablas papá? ¡Si no conoces ese sitio! —gritó Alexa. Comenzaba a exasperarse.
—Bueno cariño, pero mira la carta, tiene dibujitos dorados… —su hija clavó los ojos en ella con furia— Vamos, un mal sitio no tendría esto, ¿verdad? —agitó la hoja en el aire sin dejar de sonreír.
Alexa se dejó caer en el sofá, estaba tan enfada que no tenía palabras para expresarse, no entendía absolutamente nada. En un primer momento se enfadó con su hermano gemelo por haber hecho aquello sin ella, pero después de la discusión, se dio cuenta de que él jamás se metería en un internado, no con su caótica forma de ser. Era un alma libre, en todos los sentidos.
Aunque eran gemelos y tenían buena relación, solían discutir cada día, Axel era demasiado impertinente y como decía su propia madre, un «viva la vida». Ella era más pausada, menos escandalosa y en ocasiones demasiado tranquila. Aún con todo aquello, nunca habían estado separados, ni un solo fin de semana desde que nacieron. Para ella, su hermano lo era todo.
Justo en aquel momento, tenía ganas de vomitar, se sentía tan mal que sin despedirse de sus padres, que seguían celebrando el ingreso, se fue a la cama. Entró al cuarto de baño que compartía con su hermano para trenzarse la extensa y lacia cabellera negra, que con tanto celo cuidaba desde pequeña, se puso el pijama y se dejó caer en la mullida cama deseando dormirse cuanto antes y despertar de aquella pesadilla. Lo que no sabía aún, era que la verdadera pesadilla apenas comenzaba.
La mañana siguiente despertó con una sensación familiar en la cara, cuando abrió los ojos de color negro que tanto la caracterizaban, se encontró con la mirada de su hermano, que se había soltado la pequeña coleta, y su pelo, que llegaba por la nuca y estaba adornado con vetas rojas, caía sobre ella haciéndole cosquillas en las mejillas.
—¿Qué diablos haces Axel?
—Pensar en mi salvación, resulta que la tengo más cerca de lo que pensaba —sonrió mostrando una perfecta fila de dientes blancos—, gracias a mi querida hermanita pequeña.
Alexa le apartó y se levantó para mirar a su hermano llena de confusión. No estaba segura de si su perspicaz mente entendía mal, o si Axel se había levantado con ganas de guerra.
—No entiendo a qué te refieres, déjame en paz o llamo a mamá… —su tono fue bajando a medida que sus ojos se quedaban helados mirando las tijeras que él había dejado al descubierto— ¿Qué significa eso?
—No te asustes —su sonrisa se volvió más amplia—, te regalo una oportunidad.
—¡Espero que no sea lo que estoy pensando! —gritó enfurecida— ¡No me haré pasar por ti!
Pero antes de poder levantarse, Axel se abalanzó sobre ella con todo su peso, aplastándola y dejándola casi sin respiración, impidiendo así que se moviera ni un mísero centímetro.
El curioso sonido de las tijeras y el suave roce de un pelo que caía y que deseó no fuera el suyo la paralizaban. Se arremolinaban un sinfín de lágrimas en sus ojos y hacían que su corazón latiese nervioso. Cuando volvió en sí, gritó, amenazó e intentó patalear sin éxito, los mechones seguían cayendo y su hermano no abría la boca, al menos, hasta que acabó.
—Ahora me odias, pero sé que al final me lo agradecerás —se sentó junto a ella, que intentaba sostener en las manos temblorosas su larga melena—. Vamos, no pongas esa cara. Tú eres un cerebrito, ese sitió te gustará, y yo seré libre.
—La libertad de un individuo acaba donde empieza la de otro… —susurró apretando los dientes— ¿Crees que resultaría? Soy una mujer. Y aunque me cortes el pelo y me parezca a ti, tengo rasgos femeninos…
—Tonterías, lo harás bien —contestó Axel triunfante.
—No pienso hacerlo… mi pelo… lo que has hecho jamás te lo perdonaré Axel, jamás… sabes lo importante que era para mí, y aún así…
—Sabes que puedo obligarte.
Alexa le miró con cierto temor. Era cierto, desde pequeños él había tenido un extraño poder, si se concentraba lo suficiente, era capaz de controlar las decisiones de la gente. Había prometido no usarlo jamás con ella, pero su mirada le estaba advirtiendo de que si le obligaba, lo haría, lo utilizaría para manipularla.
—Tampoco se lo puedes decir a mamá —se adelantó a ella, cuando vio que abría la boca—, se han ido. Llamaron de madrugada, el abuelo ha sufrido un amago de infarto. Está bien —agregó al ver la expresión preocupada de su hermana— he hablado con papá hace un rato.
—Entonces, cuando vuelvan y no me vean, ¿qué crees que pasará? —jugó su última carta, ya no le quedaban más palabras para defender su posición.
—Ya me he ocupado de eso —se llevó una mano al bolsillo y sacó un sobre con letras doradas—. La mejor falsificación que he hecho jamás —informó orgulloso sacando el papel de dentro. Carraspeó y se levantó poniendo una pose teatral.
«Queridos señor y señora Lance, me agrada comunicarles el ingreso de su hija menor, Alexa Lance, en nuestro prestigioso internado para formar parte de nuestra élite de estudiantes. Así mismo, les comunico de nuevo, que las visitas no son aceptadas y, que una vez en nuestro centro, no se le permitirá salir de él. También le recuerdo nuestra responsabilidad total hacia ambos hijos. Nuestro transporte pasará… —Axel hizo un salto en las líneas y continuó— Por último volvemos a pedirles que sean discretos con respecto a nuestro centro.
Acepten un saludo de la dirección.
Anya Collis».
Alexa se quedó literalmente con la boca abierta y tan pálida como podría estarlo un fantasma, no tenía escapatoria, a su hermano le había faltado tiempo para preparar aquello. Le odiaba cuando sacaba a relucir aquel sucio carácter, teniendo que hacer siempre cuanto él deseaba.
—Prepara la maleta, porque según la carta que me mandaron, pasarán esta tarde a recogerte.
—¿Y tú dónde vas a ir?
—A vivir —levantó los hombros despreocupado—. Menos mal que aún tenemos tiempo de arreglarte.
Claro, él a vivir mientras a ella la encerraban. Por primera vez pensó en su hermano como un lunático. Estaba a punto de cumplir dieciocho años y se sentía derrotada y sin libertad por primera vez en su vida. Supo que no había vuelta atrás.
***
Pasaron la mañana en silencio, no quería hablarle, no quería mirarle. Estaba sentada mientras le arreglaba el pelo, adornando su precioso color negro azabache con finas mechas rojas, de un tono tan fuerte como la sangre.
—Ya sé que estás disgustada, pero tienes que comer algo —en respuesta recibió una mirada que poco dejaba a la imaginación.
Se levantó de la mesa y se fue a su habitación, cerró con llave, se arropó con una manta y se desahogó, necesitaba expulsar aquel mal sentimiento que la inundaba, porque si no lo hacía se le enquistaría en lo profundo del corazón. Se preguntaba una y otra vez cómo era capaz de hacerle algo así a su propia hermana, a su gemela… era demasiado egoísta incluso para él.
Las horas pasaban demasiado rápido, y antes de que se diera cuenta, ya se había puesto la ropa de su hermano, que le quedaba ligeramente grande, se había vendado el pecho y esperaba en la puerta de su casa con cara de funeral.
—Toma la carta de ingreso. Venga, seguro que te acaba gustando, estarás bien Alexa.
No le contestó, apartó la mirada y frunció el ceño fijando los ojos en la carretera. Él volvió dentro de la casa, sería problemático si les veían a los dos allí juntos, y ella, resignada, se quedó esperando hasta que casi media hora más tarde, apareció un coche negro y brillante. Paró justo frente a ella, del vehículo salió un hombre alto de pelo rubio y vestido con un impecable traje oscuro.
—¿Axel Lance? —tragó saliva nerviosa y asintió— Perfecto, suba al coche por favor, tenemos un largo camino por delante.
Dio unos pasos y se giró antes de entrar, miró su preciosa casa blanca y se fijó en la ventana de arriba. Allí estaba Axel gesticulando y dándole ánimos, apartó la vista, suspiró y entró en el coche. Se sentía incómoda, aquel hombre no hablaba, y no parecía muy interesado en hacerlo, aquello la irritó, necesitaba alguna información del lugar al que iba, sobre todo porque habían pasado tres horas y el coche circulaba por una carretera oscura y rodeada de enormes árboles siniestros.
De pronto paró en medio de la nada, Alexa se quedó mirando cómo bajaba y abría la puerta en la que ella estaba.
—Ya puedes salir.
—Aquí… —carraspeó y agravó la voz— Aquí no hay nada.
—Continua por ese camino —señaló un pequeño sendero entre los arboles—, llegarás a las puertas de Clover.
Enarcó una ceja y se preguntó quién diablos elegiría un nombre tan estúpido, en casa tuvo que leer la carta varias veces para asegurarse de que era lo que realmente ponía y no fruto de su imaginación.
Al mirar fijamente el camino sin luz, sintió un escalofrío.
—No pienso meterme ahí sola… solo —rectificó deseando que no se hubiera dado cuenta. Por suerte estaba entretenido sacando la mala y dejándola a su lado.
—Que tengas una buena estancia —dijo simplemente, haciendo oídos sordos a lo que replicaba la chica.
Alexa intentó pararle, pero se volvió a meter en el coche y lo puso en marcha dejándola pálida. Cogió la maleta resignada y dio unos pasos hacía el sendero. Observó entonces la imagen con atención, durante un buen rato… Era terrorífico, sin duda parecía sacado de una película de miedo.
—Genial, solo falta que aparezca un asesino… —murmuró comenzando a caminar.
Unos seis minutos después de ir casi corriendo, llegó al final. Había una alta verja de color negro brillante, muy cuidada y para nada oxidada. Al otro lado se veía un imponente edificio lleno de luces, era una magnífica y gigantesca mansión. Los alrededores eran un poco lúgubres, pero daba una sensación casi mágica, misteriosa… Cuando se acercó a la puerta, esta chirrió levemente al abrirse. Rápidamente pensó que tendría un dispositivo o algo por el estilo, porque allí no había nadie más aparte de ella. Continuó su camino hasta la entrada principal, la puerta doble era de madera y cuando se abrió, Alexa se encontró con una mujer de mediana edad sonriendo tranquilamente.
—Te estábamos esperando Axel Lance —abrió más la puerta dejándole paso—. Soy Anya, la directora.
—Es un placer… —susurró temerosa porque su voz sonase demasiado femenina y, que de que así se diese cuenta o sospechase de que no era el verdadero Axel.
Dentro, todo era muy elegante, luminoso y decorado con excelente gusto. Como si fuera el palacio de un rey. El suelo estaba cubierto de una alfombra de color bermellón, las paredes pintadas en un tono verde claro que otorgaba mucha más luminosidad a todo.
No veía a nadie más en aquel lugar, por lo que pensó que tal vez, ya era tarde. Anya le pidió que la siguiera, por el momento, le enseñaría parte de aquella primera planta y después su habitación. Sorprendida, vio que el edificio era mucho más grande de lo que parecía. Todo aquello que lo adornaba parecía tener un valor incalculable, aunque también era cierto, que podrían ser esplendidas copias.
Pasaron unos quince minutos hablando sobre el lugar, el funcionamiento era simple y estaba restringida cualquier salida fuera del límite del bosque sin el permiso de aquella mujer. Momentos después llegaron al final del corredor, allí había una enorme puerta de color oscuro con adornos floreados grabados en la madera, cuando la abrió, Alexa se quedó impresionada, estaba lleno de gente, había cabezas por todos lados, pero lo que la dejó con la boca abierta, era el atípico uniforme. Ella seguía con la ropa de calle de su hermano, e incluso casi se sintió ridícula por ser la única. Los alumnos vestían un traje de color negro que conjuntaba perfectamente entre ambos sexos. El de las chicas llevaba falda y un pequeño capote sobre los hombros, las mangas estaban adornadas con una visible puntilla blanca, al igual que el pecho. Los chicos, parecían llevar un traje, pero resultaba tan llamativo que era imposible. Su capote era más largo, las mangas, adornadas por una franja roja, se acoplaban perfectamente al estilo.
—Oye Anya… ¿Es alguna clase de fiesta? —decidió preguntar ante el estilismo.
—En realidad sí. Tenemos la ceremonia de entrada, pero no querido, no están disfrazados. Es el uniforme oficial de Clover, como tú has llegado tarde, aún no he podido dártelo, pero ya está sobre tu cama.
Asintió con la cabeza y comenzó a ponerse nerviosa cuando Anya se tuvo que despedir para llegar al atril. Allí quieta, observaba a los estudiantes, o mejor dicho, sus espaldas, mientras se retorcía las manos nerviosa. No conocía a nadie, y parecía que el resto sí, pues escuchaba como hablaban animadamente. De pronto sintió un golpe y cayó de bruces al suelo haciéndose daño en las rodillas. Con el ceño fruncido miró la puerta que se había abierto de golpe provocando su caída, y lo primero que vio la dejó sin habla. Entró un chico de más o menos su edad, con el pelo cortado de manera extraña y de un tono rubio casi blanco. Sintió un vacío en el pecho cuando él ladeó la cabeza para mirarla, aquellos ojos rojos tan extraños parecían ver a través de la carne. Él no se paró, con el semblante serio e inexpresivo de una estatua de mármol, continuó su camino al frente, seguido de un séquito de cuatro chicos y una chica tan extraños y extravagantes como él. Como Moisés apartando las aguas, el gentío se dividió en dos a su paso con solo una mirada. Nadie habló, no se escuchaba ni un murmullo, todo estaba en completo silencio y lo único que se percibía, era el eco de los zapatos del grupo y algunos suspiros femeninos.
—¿Qué es todo esto? —susurró levantándose y dándose cuenta de que ahora el gentío la observaba a ella.
Se sintió pequeña ante aquellas miradas de curiosidad, bajó la cabeza y miró el suelo, quedándose de nuevo asombrada, porque su propio reflejo le devolvía una nítida imagen, tan clara, que diferenciaba el tono avergonzado de su piel.
—¡Vamos niños! —llamó Anya la atención— No seáis maleducados con nuestro nuevo estudiante. Ya sé que hace mucho que no llega nadie nuevo, pero le vais a asustar —la gente comenzó a girarse mientras susurraban—. Axel Lance, acércate aquí, por favor.
Levantó la mirada aterrada, aquella mujer debía de estar loca si quería que hiciera lo que estaba pensando, una presentación multitudinaria…
Sin más opciones, carraspeó y comenzó a andar dejando su maleta atrás, sentía los pies vagos, entumecidos y la frente sudada. Era muy incómodo que la gente se apartase de aquella manera, dejando de nuevo, un estrecho pasillo, ella sabía que la estaban analizando, ¿descubrirían que era una mujer? ¿Realmente quería que destaparan la mentira?
No miró a nadie, pero escuchaba como comentaban cosas sobre ella, sin embargo, era incapaz de oír qué decían. Cuando al fin llegó al frente, vio al extravagante grupo junto a la directora.
«¿De dónde diablos han salido?». Pensó al verlos a todos allí, como en una extraña foto.
Se paró frente a la directora y esperó su veredicto.
—Alumnos, como ya he dicho, este chico es Axel Lance, nuevo estudiante de primero. Espero que seáis pacientes con él, porque llega desde Laer —Alexa giró la cabeza confusa e impactada, ni siquiera conocía aquel lugar al que se refería—. Algunos de los últimos que llegasteis, recordaréis vuestro primer día aquí, por eso os pido discreción hasta que yo lo ordene —alzó una mano ante las quejas de varios estudiantes—. Lo sé, no os gusta, pero de momento es lo que debéis hacer. Bien Axel, ¿quieres decirle algo a tus compañeros?
Tragó saliva y negó con la cabeza. Lo que menos quería en aquel momento era hablar delante de tantas personas, pues calculó que serían más de trescientos.
Anya les despidió a todos mandándoles ya a sus cuartos, posó una mano sobre Alexa para que esperase, y cuando los últimos rezagados se hubieron ido, suspiró.
—Axel —atrajo su atención—, ellos forman el consejo estudiantil, cualquier problema o duda que tengas, se lo puedes comunicar. He pensado que para ayudarte en tu adaptación, te unirás al consejo en sus actividades, serás su secretario. Él —señaló al chico de pelo casi blanco—se llama Darien, además de ser el presidente, será tu compañero de habitación.
—¿Qué? Pero yo pensaba que…
—¿Estarías solo? —continuó un chico de pelo oscuro y largo que llevaba gafas— aquí prácticamente todos compartimos habitación… —parecía que iba a añadir algo, pues se quedó mirando a uno de sus compañeros, pero en el último momento decidió callarse.
—Gracias, pero yo daré las explicaciones Estel. Podéis marcharos ya, espero que os ocupéis de que nuestro nuevo estudiante esté a gusto —más que un consejo, parecía ser un aviso—. Darien, acompañarás a Axel, así verá el camino. Querido —volvió a posar la mano sobre Alexa—, mañana hablaremos, así que será mejor que descanses.
Anya se marchó tras el grupo del consejo. Alexa miró de refilón a Darien, preguntándose porqué llevaba aquel color de pelo y, sus ojos… daban pavor. Tal vez sufría alguna extraña enfermedad. Sin decir una sola palabra, el muchacho comenzó a caminar. Alexa, con paso ligero, fue tras él. Salieron de la gran sala para recorrer el corredor, el presidente caminaba tan rápido que la muchacha casi llevaba la maleta a cuestas. Les separaban casi dos metros de distancia, en aquel momento le observó atentamente, era alto y fuerte, y el tono pálido de su piel fue más visible cuando la iluminación comenzó a desaparecer. Sin duda, resultaba ser demasiado extraño.
Subieron las escaleras hacia el segundo piso y continuaron por la derecha, cada vez que miraba a su alrededor, era más y más grande. En aquel momento escuchó algo raro, una extraña risa, una realmente siniestra. Darien se paró y miró hacia las puertas que tenía a su izquierda, Alexa, un poco más atrás, le imitó, la puerta que tenía junto a ella estaba un poco abierta, dejando ver el rostro de un chico que no le resultaba familiar, sonrió y ella se frotó los ojos, porque lo que había visto no podía ser real, aquella sonrisa macabra mostraba unos perfectos y brillantes dientes afilados, como los de una bestia.
—Pero qué…
Se calló cuando repentinamente, el muchacho sacó su cabeza un poco más, dejando que la luz le iluminase, y abriéndose de pronto, un tercer ojo en su frente. La mandíbula de Alexa literalmente se le aflojó ante aquella visión. Gritó sin poder esconder el tono de su voz, tan alto que le dolió la garganta. Con la mirada desorbitada, miró al chico frente a ella, Darien. No estaba enfermo, era otro monstruo, segura estaba de ello. A pesar de que las piernas le temblaban, ello no impidió que saliese corriendo perseguida por el diablo y dejando todas sus cosas tiradas. Bajó las escaleras casi saltando, al fin llegó a la puerta de entrada, debía salir de allí como fuese, pero cuando tiró del pomo, se encontró otro chico con piel de lagarto y ojos afilados al otro lado, volvió a gritar y a salir corriendo, dirigiéndose esta vez hacia el salón en el que minutos antes había estado.
Cerró la puerta tras ella e intentó respirar.
«¿Dónde diablos estoy?» se preguntó.
Y de nuevo, vio frente a ella a los dos muchachos, al de los tres ojos y al que tenía la piel escamosa, reían en medio de la vasta sala a carcajada limpia sin poder reprimir el llanto.
—¡Mira cómo está! —gritó entre risas el tricíclope, sin poder mantener un tono neutro en la voz— Creo que me has ganado, se asustó más de ti.
Alexa no comprendía absolutamente nada, sentía un miedo terrible, y unas ganas de llorar que la desbordaban. No, aquello tenía que ser una broma, una pesadilla.
—El infierno… —murmuró antes de colapsarse por completo, pero no cayó al suelo, Darien ya había llegado, y tras mirar a los dos con reproche, salió de allí con Alexa en brazos.
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La entrada Clover [Capítulo 1] aparece primero en Web Oficial.